Antoni Guerra le jeune (1666-1711) Saint Elme, 1701 Perpignan, Musée Hyacinthe Rigaud
(en depósito nos Archives Municipales) - Foto : Michel Castillo
en www.portugaldominicano.blogspot.com.es
Achegámonos
no calendario ás festas patronais de Tui, na honra de San Pedro González Telmo,
que nos albores da primavera rexurde dende a tradición e a devoción. Resulta
certamente fermoso e case sorprendente que esta celebración se conserve logo de
oito séculos. A lembranza de San Telmo sorteou nas diversas etapas históricas os
cambios sociais e de mentalidade con inusitada solidez. Na actualidade estamos
tamén en procesos de mudanza en innumerables ámbitos da vida pública e social e
cómpre preguntarnos como a devoción santelmiana pode garantir a súa continuidade
no tempo, afondando na súa identificacións coas xentes de Tui ás que prometeu a
súa protección…
Os
valores que encarna a figura do frade dominicano que fenece en Tui superan as
barreiras do tempo pola súa transcendencia: entrega, solidariedade,
xenerosidade, integridade, fe… tamén hoxe en día son auténticos guieiros para
calquera persoa independentemente da súa condición e mesmo
crenza.
Pero
cábenos a todos a responsabilidade de transmitir a nosa devoción ou qerenza polo
San Telmo, como un elemento do noso patrimonio inmaterial que nos identifica
como tudenses; una transmisión que debe adaptarse aos tempos, ás novas
realidades sociais, aos parámetros da nova evanxelización… superando vellos
estereotipos e formas que non resultan axeitados para estes novos tempos, para
achegarense aos homes e mulleres do século XXI. As fórmulas dos séculos pasados
xa non permiten máis que un prantexamento conservador que difícilmente pode
asegurar o mantemento desta devoción.
A
Igrexa, nomeadamente no pontificado de Benedicto XVI, úrxenos a todos a procurar
novos vieiros dende unha óptica de evanxelización convocándonos, por exemplo, á celebración do “Ano da fe”.
Aportamos hoxe dende Tudensia un artigo de hai máis de cincuenta anos do polígrafo tudense Xosé María Ávarez Blázquez arredor da devición santelminana ao que non lle falta actualidade e que ofrecemos no noso desexo de propiciar unha reflexión, dende a propia sociedade tudense, sobre os novos xeitos de promover a continuidade da devoción e culto ao beato Pedro González Telmo.
Aportamos hoxe dende Tudensia un artigo de hai máis de cincuenta anos do polígrafo tudense Xosé María Ávarez Blázquez arredor da devición santelminana ao que non lle falta actualidade e que ofrecemos no noso desexo de propiciar unha reflexión, dende a propia sociedade tudense, sobre os novos xeitos de promover a continuidade da devoción e culto ao beato Pedro González Telmo.
Los “Pícaros” de Tuy
Acaso nadie consintiese hoy en Tui apodarse
“Pícaro”. Y, sin embargo, es título que por derecho propio conviene a todos los
que aquí han nacido. O, digámoslo más claramente, todos los tudenses son
“pícaros” de nacimiento.
“Pícaro” una voz gallega que significa
niño. Un voz deliciosamente coloquial, que en labios de la madre se torna con
frecuencia en “picariño”, algo de tan honda delicadeza que tal vez no posea
palabra semejante ningún otro idioma de la vieja Romania. Ya veis de qué
hontanar de ternura mana esa alarmante voz, que, dicha así de pronto, bien
puede provocar un repeluco de susto. Aclarado el concepto, estoy por creer que
ya nadie rehusará el apelativo. ¡Ojalá Dios! Como en redundante exclamación se
oye decir.
Pero conviene deslindar los campos. Sabéis
muy bien que las voces cobran a menudo rumbos extraños, y por algo la
alarma es justificada cuando, como en
este caso, la evolución semántica les ha otorgado un doble filo. El “pícaro”
gallego transmontó un día las lindes de Quereño y fue a asentar sus reales en
la docta Salamanca, donde, por una vez, fallo el adagio, y Salamanca dio lo que
la naturaleza no prestaba. Quiero creer que ello aconteció allá por las remotas
calendan en que “Estabanillo González”, hombre de buen humor, gallego de nacimiento
y de paternidad literaria, aunque anónima, contribuyó por modo ejemplar al
afincamiento de un nuevo género en la literatura castellana: el de la novela
picaresca, que no es picante, ni siquiera verde, como un vulgar pimiento de
Herbón.
“Pícaros” eran, porque eran niños, los
lazarillos de ciego que tradicionalmente hendían los serenos ámbitos de
Salamanca, de Valladolid, de Alcalá de Henares, con la aguda chispa de su
donosa ciencia de vivir, no aprendida en Digestos y Nebrijas, en Titelmanos o
Piccienellos, sino a la sombra prieta de los robledales nativos, por imperio
exigente de la sangre. Fue de todos los tiempos esta angustiosa necesidad del
hombre gallego de ganarse el pan desde niño. Cuando la tierra no daba, la
aventura trashumante –trashumar es dejar atrás el “humus” o tierra natal, que
vale tanto con el propio “humus” de donde el nombre le viene al hombre-, la
aventura, digo, se ofrecía varia y arriesgada: poner el mar por medio, o tomar
el zurrón y la cacha, la rueda de afilar, o bien las simples manos limpias,
prestas a encallecerse en la mancera o afinarse en juegos de truhanería. Era la
cotidiana exportación de pícaros que Galicia ofrecía a la desierta meseta.
He
aquí por qué la voz, en su origen delicada como un verso de cuna, se transformó
al paso de una lengua a otra, en expresión de picardía. La culpa nuestra no es,
sino de quienes allá nos la cambiaron. Por que aquí, en Galicia, la palabra
conserva para los limpios de corazón su pureza original.
Pues, como íbamos diciendo, hubo un tiempo
en que todos los tudenses se les llamaba
“pícaros”, no igual que a cualquier otro gallego niño, sino, diríamos, por
nativo derecho de asociación. Y era que, no bien nacidos y cristianados, siendo
“pícaros” aún, se les inscribía con todos los honores en la piadosa
Congregación de San Telmo de la que –triste mutación de los tiempos- ni el
nombre se recuerda.
Fue quizá la época de su máximo esplendor
el último tercio del siglo XVIII. De entonces data un raro impreso, del que es
preciso dar aquí puntual noticia en previsión de que no exista más ejemplar
“METRICO
/ REVERENTE MEMORIAL, / con que clama a la fervorosa piedad / de los Ylmos.
Sres. Obispo, Cabildos Eclesiástico y Secular / y de otros zelosos Devotos / la
Congregación de S. Pedro Telmo / de hijos y naturales de la M.N. y M.L. Ciudad
de Tuy. / Para que contribuyan con sus limosnas a la conclusión de la
principiada Capilla del Santo, su venerado Patrono y especial / Protector, Antorcha viva de la
Iglesia Católica y de / toda navegación humana”. En 4º de 32 pp. Al final:
“Madrid, MDCCLXXVI / Por D. Joachín de Ybarra Ympresor de Cámara de S. M. / Con
las licencias necesarias”.
Dos datos evidencian el cuidado de los
congregantes en vestir honrosamente esta rara publicación: haber encargado la
estampa de San Telmo que va al principio al célebre grabador Minguet y confiado
la impresión del texto a don Joaquín Ibarra, el más pulcro maestro de cuantos
en su tiempo manejaron los tórculos en España. No se paraban en barras los
pícaros congregantes deseosos de honrar a su santo patrón. Lástima que al
atildado continente no correspondiese el contenido, unas ripiosas décimas de
vate anónimo, que a pesar de todo, nos vienen ahora a cuento para cimentar
nuestra teoría sobre el origen de la popular denominación de los cofrades de
San Telmo:
“De Pícaros
se nomina
Congregación tan piadosa;
y a Pìcaros cualquier cosa
serás cosa muy divina.
su Picaresca
doctrina
vociferando a las puertas
de la piedad, nunca cierta
relaxaciones contiene;
solo a un Santo que no tiene
pide las bolsas abierta.”
Que el petitorio tuvo éxito nos lo
demuestra el impulso dado a las obras de la iglesia que culminó con su
consagración en el año 1805. De un curioso libro de “Memorias” que, Dios
mediante, me propongo editar (*), está tomada la siguiente nota:
“El
día 29 de septiembre (de 1803) consagró nuestro Ilmo. D. Juan García Benito la
nueva Capilla de nuestro Patron Santhelmo, en cuio día celebró en ella Misa
Pontifical, y predicó el R.P.M. Fr. Nicolás Losada, del Orden de Predicadores;
al siguiente día tuvo en la Capilla su función el Cabildo, con Misa solegne
(sic) y predicó el Canónigo, Caballero de la Orden de San Juan, D. Jaime
Alemán, Secretario de dicho Cabildo; el día tercero tuvo su función en la misma
Capilla la Ciudad, esto es, los señores de Justicia, también con Misa solegne,
en la que predicó el Abad de Fornelos de la Ribera, y en día cuarto de su
consagración, tuvo su función la hermandad de dicha Capilla, que se titula de
los Pícaros; en los tres días primeros salieron por días en cada día su gremio
danzando, como fué el de Sapateros, Sastres y Texedores; hubo muchos fuegos,
gigantes con otros festexos; hubo comedia pública a las noches en la Plazuela
de las Monjas; por último, en una noche se echó un globo que estaba preparado para
la tercera noche y como en esta no subiese se suspendió la echada de él y se
executó en otra después que subió muy bien y causó gran contento a quantos le
vieron subir...”
Ahí queda, incluso, la nota pintoresca de
ese globo gigantesco que se perdió en
las nubes del pasado. Al evocarle, es imperioso un sentimiento de nostalgia por
el muerto esplendor de aquellos viejos burgos gallegos, hoy reducidos a
sombras. Sin duda no fueron proféticos los versos iniciales del “Métrico
Reverente Memorial” que decían:
“Los hijos de Tuy prolijos
la piedad cristiana invocan
y a los Devotos provocan
a que sean buenos hijos”.
¿Por qué no resucitar la hermandad de los
“Pícaros”? Por ellos tiene preferencia el Señor. Si así lo hiciereis, El os lo
premie...
José María Álvarez Blázquez
En “Tuy: publicación del Instituto
Laboral”. Año 3, nº 5 - 15 diciembre 1954, Pág. 3
(*) E que finalmente foron publicadas co
título de Memorias de un menestral curioso na revista El Museo de Pontevedra (T XII- 1958).
Si San Telmo foi un home humilde e cabal dubido que prometese os tudenses a súa protección. Unha pesoa humilde non imaxina que tenha poder para tal cousa.¿Pódeme decir vostede si os de Tui están mais protexidos cos de Tomiño? ¿E en qué sentido? Pódeme decir tamén ¿Cáles son eses novos parámetros de evanxelización adaptados a estes novos tempos?. ¿Qué leria é esa?
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